Sócrates entiende la filosofía como la
búsqueda, colectiva y en diálogo, de la verdad. Cada hombre posee parte de la
verdad pero no puede descubrirla por sí solo. El
método socrático parte de esta premisa y se divide en dos partes bien
diferenciadas:
La ironía, primer momento, es el arte de hacer
preguntas tales que hagan descubrir al otro su propia ignorancia: El que cree
saber se da cuenta de que en realidad no sabe nada.
Entonces comienza el segundo momento, la mayéutica. El momento de la mayéutica consiste en un arte de
hacer preguntas tales que el otro llegue a descubrir la verdad en sí mismo. El
método socrático se encamina así a la construcción de definiciones.
Éstas deben encerrar la esencia inmutable de la realidad investigada,
oponiéndose de este modo al relativismo y convencionalismo de los sofistas.
Aunque es difícil deducir del método socrático una postura doctrinal clara,
todo su interés parece haberse centrado en los problemas éticos, sobre la
esencia de la virtud y la posibilidad de enseñarla.
La
postura socrática se suele calificar como “intelectualismo moral”: saber y
virtud coinciden. El que conoce lo recto actuará con rectitud, sólo por
ignorancia se hace el mal. El sabio es a la vez el virtuoso y bastaría con
educar a los sujetos para que tuviésemos mejores comportamientos morales entre
los hombres. No bastan pues las predisposiciones naturales sino que la paideia,
la educación, se convierte en el mejor motor de lo social.